Audiolibro Un cuento de las montañas escabrosas

Yo desciendo de una familia cuya imaginación y temperamento fácilmente excitable la habían estresado en todo momento; y desde la primera infancia, di muestras de haber heredado plenamente el carácter de su familia. A medida que los años pasaban, ese carácter se desarrollaba cada vez más fuertemente, y se convirtió por muchas razones en una causa de preocupación grave para mis amigos, y de un daño notable para mí. Crecí alcanzando mi propia voluntad, entregado a los caprichos más extravagantes, y víctima de las pasiones más incontrolables. Pobres de espíritu, débiles de mente y aquejados de males constitucionales similares a los míos, mis padres pudieron hacer muy poco para contener las malas predisposiciones que me distinguían. Algunos esfuerzos flojos y desorientados terminaron en completo fracaso para ellos y, naturalmente, en un triunfo total para mí. De entonces en adelante, mi voz fue ley en esa casa; y a una edad en la que pocos niños han dejado de usar andadores, yo estaba a merced de mi propia voluntad y en realidad, si no por ley, era el amo de mis propias acciones.