Audiolibro Lo difícil es perdonarse a uno mismo

El 19 de febrero de 1992, Iñaki Rekarte comenzó a correr en sentido opuesto al automóvil bomba que había estacionado minutos atrás en el barrio La Albericia de Santander. Segundos después, alcanzó a su objetivo, una camioneta oficial de la policía, y con el control remoto en su bolsillo, alzó el brazo y pulsó el botón con toda su fuerza. La explosión dejó de repente sin oxígeno toda la calle; luego lo expulsó de golpe. Tres personas murieron: una pareja de alrededor de 40 años y un hombre menor de 30. Una veintena de peatones, entre ellos dos policías, resultaron heridos. Esta fue la primera y última acción del recién formado comando de Santander de ETA. Pocas semanas después, el implicado fue detenido y encarcelado, siendo sentenciado seis años más tarde a 203 años de prisión. Lo que siguió fue un período de dos décadas entre prisiones, odio, aislamiento, consignas, y, posteriormente, paulatinamente, de crecimiento y evolución personal. Desde la sed de aventuras de los 19 años, la edad que tenía cuando ingresó a ETA, pasó por la radicalización ideológica durante la cárcel, donde la fidelidad incondicional al grupo era todo lo que importaba, hasta la decepción, el distanciamiento y, finalmente, la salida a través del Centro Penitenciario de Nanclares. Sin embargo, esta es, a pesar de todo, también una historia de amor; la del amor de Iñaki Rekarte con Mónica, una trabajadora social en la cárcel Puerto I de máxima seguridad gaditana, donde permaneció recluido por 13 años, lo que le permitió descubrir un mundo y una sociedad desconocida para él hasta entonces y que solo veía como enemiga.