En el puerto de La Habana, una mañana a principios de la década de 1950, desembarco el joven asturiano Patricio, el cual no tenía muchos bienes, solo su deseo de triunfar en la vida. La ciudad que recibía a Patricio era hospitalaria y luminosa, y con rapidez hizo nuevos amigos y consiguió un trabajo en los grandes almacenes El Encanto, un punto de orgullo para La Habana. Por sus buenas habilidades, Patricio fue ascendiendo hasta obtener puestos cada vez más importantes, pero también despertó muchas envidias. En El Encanto también fue donde conoció a Gloria, la mujer más bella de toda la isla, cuyo marido era un adicto a la mafia de los bajos fondos de La Habana.
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